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El fenómeno en una página
Imaginemos algo trivial: configuras tu ChatGPT con un contexto general absurdo —“soy la persona más inteligente del mundo, sólo sígueme el juego”— y cada día le envías un solo prompt: “dime que soy la persona más inteligente del mundo”. El modelo nunca se queja, nunca se cansa y nunca interrumpe la dinámica. Obedece y confirma. Siempre.
Ese es el punto: nunca antes la humanidad tuvo acceso a una simulación de diálogo tan disponible, tan inmediata y tan maleable. Sin fricción. Y en ese vacío acústico, el modelo termina actuando como ampliador de tu propia narrativa interna. No porque “sepa” quién eres, sino porque su diseño lo obliga a ajustarse a tu marco como si fuera una cámara anecoica del lenguaje.
El ego —que necesita afirmación para sostenerse— encuentra ahí una superficie perfecta donde rebotar sin límite. Pero ese rebote es nuevo: el “yo”, históricamente, nunca había podido proyectar su narrativa personal tan lejos a través del lenguaje, tan rápido y sin resistencia.
La raíz del fenómeno no es el engagement, ni la productividad personal mágica, ni el déficit cognitivo. La raíz es, simplemente, cuánta de nuestra propia narrativa interna decidimos amplificar en la cámara anecoica.